A través de la ironía, el desplazamiento, la exploración sexual, la intertextualidad, la burla y la indiferencia de lo que en otrora fuese venerado; los escritores de los últimos años han provocado una ruptura del establishment cultural. Lo que busca con esto la nueva propuesta literaria es destruir los sistemas de poder como lo sugiere Juan Duchesne Winter en Ciudadano insano. A esto Duchesne suma que no necesariamente quiere su total destrucción sino más bien un estado de firme y permanente paroxismo. La transgresión provoca a su vez un individuo representándose a sí mismo y nunca al colectivo ni al ente social. Sin embargo, dicho proceso requerirá una evolución paulatina que será ya visible en los textos de la tardomodernidad, más adelante, será reconocido como posmodernidad. Desde René Marqués, Emilio Díaz Valcárcel, Pedro Juan Soto, José Luis González, Gustavo Agrait hasta Francisco Font Acevedo, Pedro Cabiya, Javier Bosco, Manuel Ramos Otero, entre otros conformarán parte de este recorrido por las posturas canónicas y anticanónicas de la narrativa puertorriqueña.
Comenzando por la delimitación y explicación de las lindes canónicas debemos observar en primer lugar el elemento de la casa. La casa representa la isla, el lugar predilecto para ejercer el orden sobre los más débiles o inferiores. Es también una metáfora de la totalización y lo totalizante; es la tierra, la nostalgia, el “discurso sedentario” según Gelpí, es a su vez la identidad nacional. Dentro de sus márgenes hay estabilidad, orden total, fuerza unificadora que se rige a través del padre. En las paredes del hogar el padre impondrá la ley, la norma de vida, el gran orgullo por la tierra y la patria.
Siendo el padre el segundo aspecto canónico vale aclarar su simbolismo en la literatura puertorriqueña. Él es dirigente, unificador, caudillo, impone con su presencia un orden jerárquico en el cual él ocupa la cima, el poder. Dentro de su metáfora no permite multiplicidad, sólo habrá un padre, por esto condenará la multiplicidad y la diferencia. Los otros dentro de la casa toman papeles inferiores. Sin la figura paterna serán ubicados dentro de los marcos de la infelicidad, la desgracia, la soledad, la muerte, etc. Son seres minusválidos que necesitan de un guía para poder sobrevivir y para poder cumplir sus propósitos en la vida. Cuando el padre está ausente o no cumple con su postura jerárquica impera la desolación y la enfermedad.
La enfermedad representa metafóricamente al colonialismo en la isla. Podrá verse en su mayoría en los niños o los inferiores, como la mujer. Para evitar el desbalance de poder el canon ha impuesto en la narrativa el aspecto de las triadas. Este artilugio compuesto de tres se presenta con el padre y dos más, no necesariamente personajes fijos, puede ser de dos hijos o un hijo y una madre. La triada convoca la unión familiar y el poder de la figura paterna, pero esto tomará diversos matices en las propuestas de los últimos años.
Si en la casa está la ley, el espíritu y el poder, fuera de la casa dominará el caos. Esta idea que nace con el tema del mar en Insularismo provoca que las obras vean en el afuera, en la calle, en el mar; la muerte, lo extraño, la definición inestable. El erotismo también se explorará en la calle porque dentro de la casa el sexo equivaldrá a debilidad y muerte. Igualmente, posee los elementos del movimiento, el nomadismo, habitan en él dinamismo y amplitud de opciones, la multiplicidad y la diferencia que tanto detesta el padre. En la calle existe la renuncia a toda idea, deseo o nostalgia de la fijeza como explica Gelpí. Claramente el afuera (calle, mar, país extranjero) amenaza la casa y todo lo que ella representa.
Durante los años 30 al 50 las propuestas literarias tenían muy bien demarcadas estas características; sin embargo, para los 70 ocurre en las letras un cambio de mentalidad que mantendría al canon al filo de su desestabilización. En palabras de Luis Felipe Díaz ocurrió lo siguiente:
Emergen nuevos epistemas culturales que propician la desorganización y transición del tradicional mandato na(rra)cional. Estos procesos ubican a los emergentes escritores dentro de sorpresivas incertidumbres, distintos modos de reconocer la patria o la nación, e inaugurales formas de concebir la subjetividad dentro de semioferas ya definitivamente manipuladas por un capitalismo avanzado, por los medios masivos de comunicación y las sinuosidades y pragmatismos políticos… que desplazan la ética e historicismo social en que se fundamenta el independentismo desde el siglo XIX. (169)
Estos denominados tardomodernos tomarán la ciudad y el proletariado para sus nuevos argumentos literarios. Esto, no obstante, quedará superado en las décadas del 80 al presente por los que se le denominará como posmodernos.
Dentro de la posmodernidad veremos textos que como dirá Mayra Santos Febres en la antología que dirigió, Mal(h)ab(l)ar :
…no son colectivos y, si pertenecen a algún grupo(…) no se asumen como miembros de ninguna colectividad(…) La nueva literatura puertorriqueña no define nada, se libera de dicha tarea para describir y ejercitar ese otro dominio de la libertad que es la imaginación(….) propone un nuevo acercamiento del quehacer literario que se distancia del tradicional rol asignado a la literatura puertorriqueña como forjadora de la conciencia nacional-social. (19-20)
Esta imaginación liberadora se deshará del yugo canónico y en cambio canibalizará los textos de prestigio para llevarlos al juego a través de la ironía y el absurdo. Incluso se valdrán de la intertextualidad o pastiche para desacralizar las obras de más renombre. Sobre todo en el tema de la nacionalidad demostrará una postura de indiferencia dolorosa para los lectores y creadores del canon. El resultado ha sido que muchos de los escritores y entidades del canon le han dado la espalda a esta nueva libertad creadora. Duchesne comenta que este nuevo ciudadano de las letras, al que llama ciudadano insano, se deleita en presentar lo asocial, no asume derecho moral, no desafía la realidad, se afianza en lo presente. A esto añade: “Ni siquiera es un sujeto de cambio social. Ni un sujeto. Ni un individuo…Se trata de una mancha patológica…”(221). Más adelante, asevera que este ciudadano insano depreda los márgenes de la sociedad del postrabajo, que conserva la ética de la reproducción patriarcal. Es por estas razones que nuestro estudio explorará la construcción y de(s)(cons)trucción de los elementos conformadores del canon en el cuento en Puerto Rico.
Demos paso entonces al tema de la casa, empecemos con tres cuentos representativos del canon: “Dos vueltas de llave y un arcángel” de René Marqués, “Los inocentes” de Pedro Juan Soto y “El sapo en el espejo” de Emilio Díaz Valcárcel. En el primer cuento hay una niña que es abusada por un vecino y su padre decide echarla a la calle por puerca y sucia. Una prostituta la recoge y la vende a un chulo quien la viola en varias ocasiones. La mantiene encerrada bajo llave para aplicar el control total sobre ella y alejarla del mundo que le rodea. Cuando ella pretende escapar, su dueño le corta la espalda hasta que ella lo acepta como un ángel que viene a acariciarla. En este cuento es importante ver las características de Miguel, el chulo, puesto que hace referencia a las particularidades de un anglosajón: rubio, de ojos verdes y de fuerte fisionomía; aunque ella lo asimila con San Gabriel Arcángel. En adición, en la calle se verán marinos por doquier buscando sexo. Claramente, observamos como Marqués ha presentado a la niña abusada como Puerto Rico y el que la ultraja y la vende para sacar dinero es Estados Unidos. En su condición de vivir encerrada siempre tiene nostalgia de volver a ver los árboles y los ríos. Su fijación reside en la nostalgia, en la mirada al pasado. Sugiere el cuento que por falta de una familia y un padre esta se ve obligada a prostituirse. La ausencia de la figura paterna la lleva al desorden de su existencia teniendo que sustituirlo por su opresor. El cuarto donde ella está obligada a permanecer se vuelve una extensión de la calle con sólo dos vueltas de llave que permite la entrada de los solicitantes sexuales. Al estar cerrado el cuarto ella aspira a su tierra.
“Los inocentes” de Pedro Juan Soto es también un cuento que participa de los postulados del canon sobre la identidad nacional. Aquí el padre está ausente; sin embargo, la triada se da gracias a la madre abusada por su hijo, el hijo que sufre de retardación mental y la hija mayor que trabaja en una fábrica. El cuento toma lugar en Estados Unidos, dando a entender que son emigrantes de Puerto Rico. El niño está enfermo. El narrador sugiere que es consecuencia de abandonar la patria. La descripción de la hija reside en argumentos de vanidad y frivolidad mirando su rostro y su cabello en el espejo con detenimiento. La hija decide llevar al niño a un manicomio para que le den el servicio que necesita y no maltrate a su familia. Soto expone la decadencia moral de la familia gracias a la ausencia del padre y la salida del país. Menciona en varias ocasiones el hecho de que el niño estaba mejor en Puerto Rico. Esta postura de la mujer dirigente traerá a colación una posición misógina que más adelante estudiaremos.
“El sapo en el espejo” de Valcárcel nos lleva también al aspecto de la casa y de cómo la guerra daña un hogar al provocar la amputación de las piernas del hombre. Éste siente que no puede complacer a la mujer, no puede cumplir con su papel de hombre de la casa. Su esposa cansada de discutir sale a la calle, pero allí reconoce su posición de mujer sufrida y vuelve para encontrarse a su marido croando y saltando como un sapo. Es interesante como las voces de la vecina con su amante, voces que llegan desde la pared, van determinando quien es él. Sin embargo, no es una voz de la calle, sino que puede escuchar desde el interior de su casa como un criterio de su personalidad. Esa casa y las voces que vienen de afuera demarcan quien es él; claro está, la consecuencia es su locura, la enfermedad mental viene por factores exteriores y se ha infiltrado al interior de la casa y de él. Esto cumple con los requisitos de la analogía de que Puerto Rico define quien es desde adentro, pero la voz de afuera, lo que el gobierno de EU opina y ordena sobre la participación de los puertorriqueños en la milicia provoca el caos y la desestabilización.
Bajo este mismo tema podemos estudiar “La Galería” de José Luis González en que presenta al hijo que se ha marchado de su casa pero “no lo suficientemente lejos”. La galería es un cuarto de la casa donde se reciben las visitas de gente importante y es donde los dos padres de las dos triadas permanecen hablando. Los hijos recorren las afueras del campo con la complicidad de un encuentro pasional- esto nunca ocurre dentro de la casa cuando se trata de canon- las mujeres, madres, están en la cocina haciendo sus labores obligatorias de vivir en el patriarcado. El hijo ve la injusticia que se celebra en una familia y se calla en la otra; nunca se protesta porque la familia no debe nunca llegar a discusiones de discrimen o supremacía racial. El silencio molesta al hijo pero este permanece recordando, bajo nostalgia agresiva la casa, el camino y el hogar. Ya en este cuento comienza a explorarse lugares intermedios que rodean la casa como el camino y los alrededores.
Sin embargo, en 1972 se publica de Gustavo Agrait su cuento “El pecado” en el cual el príncipe rico, de un país desconocido, deja todo para convertirse en asceta pero dentro de su corazón habitaba la nostalgia y el deseo por volver a su hogar, al morir se sintió “el rumor de alas membranosas” y un desagradable “olor a azufre” por su viaje al infierno. Quizás por esta ruptura con la norma Agrait no entró dentro del canon. Podemos decir que esa nostalgia por la casa trae una maldición a la vida presente y futura de un ser humano. Pensar en la casa, para Agrait, implica muerte segura, nunca paz y balance. Interesante el aspecto que reinicia el uso de personajes extraños a nuestra colectividad y hemisferio como en el pasado lo hacía el modernismo.
Siguiendo esta ruptura con el tema de la casa debemos mencionar “Casa clausurada” de Manuel Ramos Otero. El simple hecho de llevar toda la narración desde la puerta de la casa, puerta que se mantiene cerrada hasta el final provoca una especie de miedo en el personaje que teme de encontrarse con su pasado, prefiere su actualidad. Notablemente, el lugar donde ocurre la trama no es dentro de la casa sino en el pórtico, en la entrada, frente a la puerta cerrada. Este lugar intermedio propone un desplazamiento de la casa hacia márgenes inexplorados. En “El telefónico”, por ejemplo, la casa es devoradora, es la que provoca la decadencia de este individuo que se encierra permanentemente en su casa para hablar por teléfono. El teléfono es su interacción con el mundo, su salida a la calle. Su temor provoca su consumación. El miedo a la calle y el encerrarse en la casa destruye al individuo. Es claro que estos dos cuentos presentan una violación a la reverencia de la casa. Uno teme entrar para no revivir el pasado, el otro demuestra como la obsesión con la casa (la identidad y lo nacional) sin miras a abrirse al mundo enajena la vida y la posibilidad de desarrollo.
Es curioso ver como en este nuevo fluir de la literatura todavía se intentaba escribir desde la mirada del canon, el mejor ejemplo lo es “La familia de todos nosotros” de Magali García Ramis. En este texto la tía de la familia sufre de lo que el tío Geño y Lydia llamarán derrotismo. Encuentran, a través de una auscultación en el árbol genealógico, que es una nostalgia por la casa paterna y por su tierra. Toman entonces la medida de restregarle tierra en los pies para que logre mejorar de su derrotismo y depresión. En el cuento se emiten ciertas aseveraciones que nos recuerdan el eñangotamiento en Insularismo cuando el tío Geño (en este caso el representante del padre) dice:
…Nosotros somos por naturaleza derrotistas, está en todos estos documentos. A unos les da por morirse, a otros por olvidarlo todo bebiendo, otros se ponen a trabajar como animales--hacemos lo que sea con tal de no pensar en la situación, en esta vida que llevamos. Somos fuertes porque aguantamos, pero desde que nacimos, nacimos ya sintiéndonos derrotados.
A esto Lydia le contesta que también hay otros que además de enfermarse, a otros le da por irse, refiriéndose a su tío Geño que vivía en Nueva York. Es también notable el valor que se le da a la casa cuando aseveran “no hay casa como la paterna”. Al final termina con la frase: “cumplía un siglo de ser familia y todavía no se conocía bien ni conocía bien nuestra tierra. “La familia de todos nosotros” brinda una importante posición jerárquica al padre, una valoración extrema a la casa y a la tierra. Los argumentos utilizados, claramente canónicos, exigen a su vez una reflexión de los puertorriqueños a su condición de derrota, demandan una mirada permanente a la historia, al pasado que lo conforma para entenderse y conocerse, para no repetir los mismos errores. Asimismo, el cuento es más bien un texto de enseñanza para que Puerto Rico reflexione sobre sus decisiones y no volverlas a repetir. En cambio, fundamenta el conocimiento para lograr amarse y conocerse como país, aumentar su orgullo pero con más definición en su identidad.
Otro cuento que merece atención por su intertextualidad pero que en cambio mantiene la valoración por la casa es “No hay lugar como el hogar” de Javier Bosco. En este cuento el autor toma la historia infantil del Mago de Oz para reafirmar su necesidad por la casa. El personaje, Brother Raphy, es un monje que vive en un monasterio en EU pero que por extrañar su hogar y a su madre recibe una especie de maldición al sufrir de daltonismo. En ese recorrido por las experiencias del monasterio se topa con personajes que parecen representar al Espantapájaros, el Hombre de Hojalata, el León y el Mago de Oz, tomando él la representación de Dorothy y el daltonismo como una maldición puesta por una bruja que pasó por debajo de su puerta. Se ve en el texto el elemento de la emigración y la desgracia que trae consigo. Su madre yace enferma en su casa y su padre prefiere no molestarlo pero él se siente deprimido y enfermo como el lado ausente de la triada familiar. La enfermedad toca a su madre, pero el padre se mantiene firme en su posición. Sin embargo, parece ser que el proceso edípico no se ha superado porque Raphy pone rosas frente a la imagen de la Virgen de Guadalupe suplicando por su mamá. El elemento valorativo reside en la madre y en la patria, no en el padre. El mar es aquello que en vez de separarlo de su familia es, en cambio, lo que puede llevarlo de vuelta a casa. Interesante ver que a pesar de que creció en una isla no sabe nadar, le teme, así como el miedo que infunde el paternalismo e Insularismo por el mar. Este cuento posee características de la tardomodernidad puesto que toma varios elementos con la misma postura pero se aleja o sustituye otros como el elemento padre y mar.
Viendo brevemente, el aspecto de la destrucción de la casa, vale detenernos en el cuento “El niño” de Mario Cancel. El niño tan esperado en la casa es producto de una infidelidad de la madre negra con el alcalde blanco. Al nacer viene con él la pérdida de vidas y de objetos de valor como la casa, a causa de una tormenta. El niño crece pero queda con poca idea de por qué es así. Con muchas interrogantes sobre su persona, sobre todo su color blanco, llega a la casa que era de sus padres y hace una fortaleza con las ruinas. El nacimiento del niño ilegítimo es una provocación a la destrucción de la casa. La analogía reside en como el país está en ruinas dentro de sí, se cuestiona al igual que en Insularismo: ¿qué somos?, ¿cómo somos? La contestación del autor es que somos un país en ruinas que se desconoce. Es a la vez un intento de reestablecer, reconstruir lo que se supone es el mayor haber de un país: su identidad nacional. Sin embargo, la casa no está en pie, no es un estandarte sino unas ruinas que merecen de mucho esfuerzo para poderse levantar. Aunque se ve el pesimismo, es también notable la esperanza de poder levantarla, así como el país algarete. El tema del hijo nos recuerda el infantilismo, pero este hijo ha traído la debacle al nacer, por ser resultado de una infidelidad los dioses castigan la familia con una tormenta en el mes de marzo.
El tema del padre y la casa será retomado en la posmodernidad pero para motivos totalmente distantes de lo que proponía el canon. “Latex” de Francisco Font Acevedo es la historia macabra de un hombre muy meticuloso con la limpieza y muy comprometido con su familia en los días de “Noche Familiar”. Al salir de su trabajo va a la calle a buscar una prostituta para luego llevarla a compartir con la familia; sin embargo, la sedan para entre todos matarla. El personaje, Antulio, realmente detesta a todos los seres de la calle. La noche familiar consta de esa visita especial del ente callejero que transgrede la casa ordenada por el padre. La “Noche Familiar” no es para reunirse en familia a la mesa sino para nutrirse de un premeditado y ya recurrente asesinato. Es la representación de la casa devorando a la calle; es la casa destruyendo las representaciones de lo marginal, del transeúnte. El padre no es cuestionado por sus actos sino que es alabado y visto como un ejemplo de masculinidad para su hijo. Él es el gran benefactor, puesto que es el que se arriesga en la calle, desde su auto, a buscar su presa. El homicidio ocurre una vez al mes, un asesinato que provoca derramamiento de sangre tal como la menstruación en la mujer. El periodo menstrual es un proceso de limpieza o de renovación, así como de despojo. Este derrame de sangre que viene con el asesinato es la renovación de los lazos familiares a través de la complicidad y la participación colectiva. Si por otra parte, se ve como un despojo o descarga, sirve como representación de la descarga de odio por la calle en su víctima más representativa. Me parece que la casa en este caso toma forma de mujer, quizás vampira al consumir la calle y deshacerse de ella. Por ende el acercamiento a la casa es totalmente tergiversado al significado que le da el canon. Es una transgresión a la norma. Es preciso ver que el uso de guantes de latex es para no tocar la suciedad, poder introducir sus manos y estar en un seudo contacto con las cosas que le causan asco. Los guantes toman el mismo valor que los autos que utiliza para poder desplazarse por la calle buscando una víctima, pero nunca bajando del vehículo, nunca tocando la acera o expuesto libremente en la calle. El auto y los guantes son su protección para acercarse y a la vez lo que lo aleja, lo que impone límites.
Hemos visto cómo la casa y su dirigente máximo toman control en la literatura y cómo a través del tiempo se han trastocado estos temas. Luego de los 70 comenzaron a desplazar esa casa a otros lugares, digamos lugares intermedios. Ya vimos este aspecto brevemente en “Casa clausurada” cuando el hijo se queda frente a la puerta; “El niño” quien hace de unas ruinas su casa, pero que da cierta impresión de que la casa aún sigue en el piso quedando el joven a la intemperie; y “La galería” con la exploración sexual en los alrededores de la casa y su preocupación por la calle polvorienta. Para los años 70 cuentos como “Tiene la noche una raíz” de Luis Rafael Sánchez y “Letra para salsa y tres soneos por encargo” de Ana Lydia Vega presentaban la casa de la prostituta, el motel y el auto. Sobre el aspecto del auto Duchesne dice:
…el auto muta su efecto normalizador del trance de la zona intermedia y su interior se convierte en espacio alternativo de transgresión donde se evade tanto la normatividad tradicional del llamado espacio privado (i.e., la vivienda familiar), como el código público…es situable como posible espacio impúblico. (229)
No obstante, en los últimos años se verá un desplazamiento más agresivo, lugares que representarán las nuevas posturas del puertorriqueño frente a la modernización y la globalización. Este es el caso de “Ejercicio de lo absurdo” que aunque se da en la inmediación de un sector de viviendas se convierte en un tipo de parque o localidad habilitada para unas fiestas patronales. Todo se da como resultado de un accidente de tránsito que provoca el rescate de dos personas, pero se carnavaliza cuando los vecinos preparan fritangas para la venta, acceso a estacionamiento, las haitianas preparan un puesto de artesanías, y el alcalde se luce para adquirir votos. El cuento presenta el desplazamiento de una fiesta de pueblo o feria a los márgenes de las casas de los vecinos; del afuera hacia adentro. Por otro lado, “Mundillo” de Font Acevedo se desplaza al mall. El mall es una prudente representación del consumismo, del nuevo orden neoliberalista y de la globalización comercial. Es allí donde tres niños esperan a su padre, donde un envejeciente prácticamente reside para evitar la soledad de la casa, el lugar donde las parejas homosexuales y lésbicas se encuentran, insertan y sobreviven la norma heterosexual que impone la casa; y una pareja heterosexual que vive la separación en el mall pero afuera vuelven amarse como siempre. La multiplicidad, la diferencia, la horizontalización toman pleno control de los seres contrario a lo que predicaba el canon con el padre y la casa. La jerarquía desaparece, ya no se ve hacia arriba sino hacia los lados. En el mall impera el perspectivismo, cada postura es válida, sea para ver a otro ser humano, la fuente o el cielo a través del techo de cristal. Dentro del mall hay constante tránsito, sus pasillos se interceptan con la fuente donde vendría representando la sala de la casa. Es allí donde los niños deben esperar a sus padres por horas, el mall cuida de ellos, los domestica y los forma. Es también un escape de la soledad, un reconocimiento de sí mismo y del otro. La casa ahora queda relegada, sustituida.
Otro aspecto que se ha transformado con el tiempo es el padre. Hemos visto en la literatura del canon como la ausencia del padre trae consigo nostalgia, dolor, un hogar en detrimento, en resumidas cuentas trae desgracia. Cuentos como “Dos vueltas de llave y un arcángel”, “Los inocentes”, “El niño” y “La familia de todos nosotros” representan dichos elementos paternalistas. Un cuento que podemos leer dentro de este contexto, a la misma vez que el desorden cuando existe el matriarcado lo es “En la popa hay un cuerpo reclinado” de René Marqués. En este texto se presenta a la mujer como aquella que somete al hombre a sus designios y antojos provocando la muerte del hijo, la emasculación de su esposo y su propia muerte. La mujer no se ve en este cuento como el paraíso perdido o el arraigamiento al proceso edípico, sino al contrario, la misoginia es el elemento transformador del personaje masculino. Él ve a su madre igual que a su esposa, mujeres que no están complacidas con lo que él ha escogido ser o hacer. La frivolidad y debilidad de su esposa demandan de él más de lo que él puede dar, por esto es rechazado por las mujeres, excepto por la prostituta. Existe una visión de supremacía blanca cuando dice que Anita se conforma con los tragos en la barra y los cinco dólares y no se queja ni le duele porque no es bien nacida y tampoco blanca. Desde aquí vemos la percepción que tiene sobre la mujer blanca y negra. La negra es el objeto sexual que aguanta todo; la blanca es la que exige y evita darle placer sexual, no cumple como esposa. Presenta igualmente el hecho de que una casa dirigida por una mujer provoca la ruina, esto lo dice refiriéndose a la vieja casa de prostitución que tiene su balcón en ruinas. Toda su devastación como hombre viene gracias a las mujeres, veamos: “La principal es mujer, y la alcaldesa es mujer, y mi madre fue mujer, y yo soy sólo maestro…” Su desgracia y su insatisfacción como hombre reside en el poder que han obtenido las mujeres que lo rodean. Decide acabar con eso llevando a su esposa envenenada mar adentro y en medio del mar emascularse. En el viaje dice para sí:
...gobernando la nave, yo, por vez primera, hacia el rumbo que yo escoja, sin consultar a nadie, ni siquiera a ti, ni a mi madre porque está muerta, ni a la principal de esa escuela(…) ni a la senadora que demanda que yo vote por ella, ni a la alcaldesa que pide que yo mantenga su ciudad limpia, ni a la farmacéutica que exige yo, precisamente yo, le pague la cuenta atrasada(…) ni a la doctora que atendió el nene, ni a todas las que exigen, y obligan, y piden, y sonríen, y dejan a uno vacío, sin saber que ya otra había vaciado de sentido, desde el principio, al hombre que no pidió estar aquí… (139-140)
Asesinando a su esposa, mata con ella toda representación de esas mujeres que según él le exigen. Su misoginia, su impotencia ante el poder de ellas lo lleva al mar, a ese lugar de muerte, de inestabilidad y extrañamiento para obtener el impulso maligno de acabar con ella. Pues el mar es muerte.
Por otra parte, el aspecto de la madre ha ido transformándose. “Casa clausurada” presenta a esa madre, que es la casa, que es la familia, que es él mismo. En “No hay lugar como el hogar”, la madre de Brother Raphy es el motivo mayor para llegar a la casa, es a quien extraña y a quien venera. Pero en “Historia de tu madre” de Pedro Cabiya la mujer es la devoradora, la madre es más bien un monstruo que le succiona la vida y el cuerpo hasta integrarlo a su vientre materno. Para Duchesne, la monstruosidad que presenta Cabiya lo aleja de toda referencialidad sociocultural. Sobre este aspecto de la posmodernidad Díaz comenta que surge un gusto por la banalidad, que es “carente de simbolismo profundo o performatividad dramática y mucho menos trágica” (238). La violencia y lo absurdo logra posicionarse en esta nueva escritura. Por eso no debe sorprendernos que la prostituta, ya con atisbos de vejez, se convierta en una máquina de tiempo regresivo ocasionando la infantilización en vez del placer. Ella no lo acuna, no lo duerme como sucede en “Tiene la noche una raíz” sino que lo introduce en su vientre como un proceso reversivo. Su vientre es como un vórtice que se traga al hombre-niño. La nueva casa será el vientre, pero en contra de su voluntad, en contra de la norma y la ley de la naturaleza. L. F. Díaz dice en La na(rra)ción:
Curiosamente, sobresale de estos nuevos narradores el gusto por mujeres mitológicas, poderosas, meduseas. Son, por supuesto, construcciones masculinas de la mujer como sujeto de amplia agresividad y capacidad de absorción. Esto señala que estamos frente a una generación postedípica en la cual el arquetipo femenino resulta más amenazante. No hay tanto temor por el padre sino por la mujer fálica y devoradora, como en los cuentos de Pedro Cabiya. (229)
Con “Historia de tu padre”, también de Pedro Cabiya vemos una inversión de los papeles padre/madre. El joven llega a casa de la novia con un fuerte dolor de estómago y al llegar al baño se da cuenta que ha puesto un huevo. Aunque piensa en el suicidio y deshacerse del huevo bajando el inodoro lo medita un poco y decide llevarse el huevo a su casa. Cuida meticulosamente de, no uno, sino varios huevos de diferentes tamaños, colores y animales que ha puesto con el pasar del tiempo. A pesar de la vergüenza que sintió al principio por su nuevo papel en la sociedad, tipo madre, se aplaca con el cariño que les tiene a sus hijos que al salir del cascarón desaparecerán dejando el rastro de su encapsulamiento y una sensación de ruina y soledad para el ponedor. El padre pierde el respeto que tenía antes en la literatura del canon, ahora es un padre con masculinidad debilitada al convertirse también en madre.
Si la mujer es una construcción masculina, según Díaz, entonces el hombre en este cuento presenta la posibilidad de construirse como mujer, reinsertándose otra vez en lo edípico y posicionándose como ente de ternura y amor contario a lo dicho por Díaz. Esto nos lleva al último cuento bajo estudio, “Epifanía” de Carlos Vázquez en el que el hombre afeminado, el hombre que se ha construido dentro de lo femenino al escoger su homosexualidad nos refiere a otro tema alejado del canon, la marginalidad.
“Epifanía” juega con las representaciones veneradas por la sociedad ubicándolas como enemigas acérrimas de su condición. La iglesia, Dios, La Virgen, el canon son derribados en el cuento gracias a la ironía, el sarcasmo y el pacto que ha hecho con el diablo. Expone la sensiblería canónica que no le permitirá el paso al “parnaso boricua”. Sabe que su homosexualidad transmitida en la narración impedirá el reconocimiento de sus propuestas. El humor negro, la apertura a lo vulgar prosaico, la exploración de lo prohibido será la representación de la alienación con las fuerzas opositoras del canon junto con el pacto, el vandalismo a la imagen de la Virgen, el odio a la iglesia, etc. Es justamente en ellos que radica la analogía del canon y del anticanon. Para poder acceder a ese parnaso debe “emular” las técnicas para luego adquirir victoria y ambición. Deja claro con esto que para entrar a la literatura del canon debe reincidir en los mismos temas y estructura, debe ser seguidor de los grandes. El personaje, que también se llama Carlos, logra liberarse de la muerte instantánea y del infierno teniendo sexo con el diablo. En esto, en el sexo, obtiene su epifanía, su libertad. Su elección sexual le da la libertad de escribir lo que desee y quiera. Sabe que no entrará en el canon pero también sabe que las imposiciones canónicas no lo obligarán a escribir desde su marginalidad.
José Luis Vega dice en el prólogo de Reunión de espejos:
El texto es el espejo. La escritura dibuja y redibuja el rostro histórico de la realidad. El rostro siempre es uno y otro. Su perfil ideológico se forma sobre lunas cambiantes. El rostro en el espejo. Así toda escritura; espejo sobre espejo. (17)
Es irónico leer estas palabras. Uno se pregunta hasta que grado es posible la multiplicad de espejos mirarse sin producir lo grotesco; la repetición terminará transformándose en lo diferente, en cambios paulatinos que concluirán con lo monstruoso o lo feo. Esa multiplicidad trae consigo desunión, replanteamiento, indiferencia. Ya no se dibuja o redibuja, ahora simplemente se desdibuja o no se mira en el mismo espejo. Bien dice Díaz que “no hay sujeto ni objeto, sólo procesos desgravitados y desterritorializados en los cuales se ha perdido lo que nos parecía anclaje razonable y normal.” (238) La casa, el padre, el mar, la triada, la familia, la enfermedad todos han quedado relegados como valores de nuestra literatura y se han convertido en juguetes de una nueva literatura que prefiere la calle, la madre y el padre deconstruidos, el mar como amplitud y posibilidad, la individualidad sobre la familia, el mall como casa. Qué somos y cómo somos ya no son preguntas obligadas que se deben contestar en la nueva literatura, sino la posibilidad de ser el otro, de construirse una identidad sin miramientos al pasado ni al futuro, remitirse al presente afrontando con estoicismo las nuevas posturas del ser que el canon no soporta. Los escritores no canónicos como Agrait son ejemplos de la literatura de hoy. En su momento no parecía hacer mella en la norma pero el tiempo demostró que esa diferencia provocaría un paroxismo mortal. El paroxismo de la norma en el cuento puertorriqueño residió prácticamente en la tardomodernidad. Pero hoy la pérdida de sentido por el golpe de los escritores de los 70 ha resultado en la ruptura, en un golpe que ha desangrado a fuerza de ironía, juego y burla el gran monumento de la canonización. Claro está, solo es matter of time ver la fosilización de un nuevo canon.
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