martes, 26 de mayo de 2009

Zapatillas



Tembloroso en el abismo del segundo, el dedo encuentra la oscuridad de un mundo inferior al suyo. Regodeándose entre paredes mullidas se desliza, se contonea delicado para no herir. Explora, sólo eso quiere en el momento, entre apretones tibios de ese nuevo mundo. Rojo de intenciones se sumerge, menos tímido, a las profundidades de la caverna encontrando el pozo de barro que hierve incontenible. Esa sima de vergüenza no es más que un altar invertido en desuso. Un deseo subyugado a la idea absurda de la virilidad.

Palabras en la boca



De tu heroica voz, poeta, salen las palabras como mito, como humo, algo así como un rayo que atraviesa la tierra, el alma de cualquiera, incluso la mía. Tus palabras, de tu boca araña, se tejen cual telaraña de sinsabores. Yo las aliento, tú las tejes y se entretejen en mi boca.

Háblame poeta, dime, ensaya en mis oídos, dramatiza tus palabras con sangre desde mis ojos, ahuécalas en mi olfato, caliéntalas en mi piel, cántalas, exprésalas, discútelas, discúrsalas, guíalas, atropéllalas con saliva, conságralas en mi pecho, aúpalas en el corazón de cualquier mendigo literario así como yo. Indícales mi cuerpo y enmárcalas en mis poros. Mójalas en mi vientre y más abajo, sacúdelas.

Poeta háblame poeta, dilucida tus milagros lingüísticos en el altar de mi inocencia, adóralos en el templo de la vendimia de mi ropa, en la espuma fotocromática de las ideas, nuestras ideas.

Palabras poeta, háblame tus palabras, siéntelas en la entrepierna erecta, tibia, deseada, necesitada erección.

Coce con c, cose con s, coze con z y descose asibilando en la epidermis mil vocales, quinientas consonantes africadas, fricativas, nasales, labiodentales. Háblame tus palabras sobre el cuerpo, bien adentro, penetrando húmedas, profundas en el ser y escríbeme un libro en el vientre sin preocupaciones ni cautiverios porque siempre, siempre que quieras yo te publicaré.